Qué sensación rara. Interno 12445, ese con el ojo de loco. Estaba con el del ojo de loco, porque como no puede pagar una habitación propia (lo cual tiene sentido al no tener ninguna fuente de ingresos o relativo o siquiera conocido) tiene que compartir el cuarto. Pasa tres cuartos del día ahí adentro con el del ojo de loco, porque tampoco los suelen dejar salir. A los de ese pabellón casi no se les deja salir, menos que menos los de su pasillo (pasillo 3? No, 23, no confundas el autor). Uno se espera que aunque sea por desgaste, tarde o temprano socializarían entre ellos. Mínimo que hablen. Aunque claro, es difícil hablar con alguien que en realidad no está ahí. Porque el del ojo de loco nunca estaba donde su cuerpo (por suerte) y normalmente la psicosis se vería tratada por su salud mental, pero por la seguridad de todos, se lo mantenía drogado, empeorando los síntomas ya bastante destructivos de por sí. Una historia de la que poco sabía (porque cuando te encierran con alguien que no conocés, con quien no hablás y solo salís 6 horas en las que tenés que estar atado a él -ah, si, para mayor seguridad, estaban atados del brazo- es difícil indagar en su pasado) que implicaba situaciones en extremo violentas y macabras.
En fin, están el condenado y el del ojo de loco en un cuarto blanco de persianas bajas y entonces el condenado ve que su compañero escupe. Si, escupe. Escupe pastillas. una, dos, cuatro, cinco pastillas escupe! Bien no debería de preocuparle, quizás así sea mas interesante.
El del ojo de loco se levanta con un morboso gesto en la cara que resultaba un tanto sádico (si, así resultaba, indescriptiblemente sádico). Camina con la cabeza por delante, encorbado, con lo razos tensionados, las manos como si sufrieran solo por existir, y con esa dificultad para controlar sus piernas. Si, un desequilibrado efectivamente. Un nerviosismo le invade al condenado y siente el sudor en la nuca, en la espalda, esa picazón perturbada que casi pareciera que duele. Se acerca. Se está acercando! Camina tembloroso y rápido mientras se relame los labios secos de las drogas del tratamiento, poque la lengua se le escapa de la boca y le tiene que ocupar con algo.
Se paraliza mirando, porque claro, las drogas tienen suprimidos sus impulsos violentos, lo único que puede hacer es paralizarse mientars siente esos impulsos reventando adentro suyo, rompiendo la poca sanidad que pudiera quedarle.
Entonces está el condenado paralizado de terror tratando de alejarse, quedando cada vez más pegado a la pared, mientras el del ojo de loco se acerca con esa cara ambicosa de quién sabe que actos desgarradores, con hilos de baba cayendo de su boca entreabierta mientras se relame los dientes y labios. Ahora bien, quizás puede sonar bastante tétrico pero a no engañarse. Cuando llega hasta donde está él, le clava la mirada en los ojos, lo cual lo aterró aun más ya que siempre tuvo la mirada perdida y nublada, lamirada dopada. Y sí, efectivamente era la mirada de un desquiciado, extasiado por la cara de terror del condenado. Le apoya la mano en la frente y sin mutarse ni titubear, le da la nuca contra la pared.
Bueno, no suena tan malo. Es que las apariencias engañan (?).
Cuando el condenado se despierta es con una extraña sensación. Esa sensación rara. Estaba acostado con manos y pies atados a la camilla. ¿Otra vez elecrtochoques?.... No!
El del ojo loco lo miraba con la misma cara de desquiciado aún relamiendose mientras sentado sobre él lo masturbaba con violencia (si, con violencia, o no se entendió que era violento?). Qué sensación rara... ser masturbado por un loco.