lunes, 25 de octubre de 2010

El Coronel y su Batallón

Abre con un rápido movimiento, que es casi automático. E ingresa su soldado más fiel, siempre a su diestra, siempre obediente y servicial. Tantea el terreno, aunque no sea necesario el reconocimiento. Descifra texturas, programa posiciones, debe ser estratégico. No ha abierto el cinto, pero es parte de la estrategia y posición. Mientras tanto, arriba el par vigila al tiempo que inteligencia decodifica o crea imágenes que ayudarán durante el momento de la acción. Comienza el fiel soldado diestro con su rol. Todos en posición, hasta el zurdo, que torpe e inexperto se dedica a palmear donde puede, levantar ropas o sujetar lo que haya a su alcance. De pronto el diestro decide cruzar la última frontera, debe sumergirse de lleno. Ingresa confianzudo y prepotente. Arriba, aquel que todo lo ve, ya sea al juntar los vigilantes, ya sea al agacharse, si miran hacia abajo siempre lo verán. Ése, siente asomado la peste de la guerra con cierto mórbido goce que llega hasta su altura. Qué batallón tenía, el Coronel. De pocos hombres, pero útiles y eficacez. De pronto, saben que se acerca, todo preparados. Ambos vigilantes bajan las persianas, el que todo lo ve y sentía el olor se arruga en una mueca. El zurdo se hace un bollo tensionado y el diestro, en pleno acto, siente como estalla el cañón. El terreno queda totalmente invadido. Levantan las persianas, absolutamente todos se relajan.
  El Coronel, satisfecho, se sube el cierre y se recuesta. Algunos fuman un cigarrillo, él prefiere una siesta siempre que puede. Se acuerda del humo del cigarrillo de aquél que lo inspiró.